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martes, 24 de julio de 2012

Son Sombras


      Sombras. Son sombras.  A veces llegan incluso en la noche. A veces en la noche son peores.  Sombras, solo sombras… eso dicen los ignorantes. Les reto a entrar en mis mundos, les desafío a seguirme. Sombras que me siguen sin descanso, que intento evitar, que intento no mirar… pero me llaman, me gritan y yo, con un escalofrío recorriéndome la espalda... me detengo y les clavo mi mirada. Y ellas… sombras, sólo sombras, se detienen y me observan. En un frío compás de espera, yo espero, ellas esperan, ninguno nos movemos, los dos nos estudiamos. Las preguntas me zarandean y aceleran mi corazón: ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis? 

      Tratan de robarme la razón, lo sé. Tratan de encerrarme en la locura. Tratan de llevarme a sus reinos oscuros, tratan de apresarme y doblegarme y que incline mi cuello ante el hacha de la luna. Lo sé. Pero yo me revuelvo y huyo y corro y susurro plegarias y silencio mi grito… para que al menos, no intuyan que las temo. Pero da igual, siempre llegan, quizás nunca se van, las veo de reojo, pegadas a mis talones, danzando por las paredes, escondiéndose  entre los muebles del comedor… 
      Siento que mi derrota está a punto de llegar. Ya no tengo fuerzas. Son demasiados años corriendo, demasiado tiempo huyendo, demasiado tiempo tratando de evitarlas. Aun recuerdo aquellos días que fui libre. No… no había sombras que esquivar. No tenía miedo, era invencible, elegante, ligero… podía volar. Vencía a cualquier enemigo con una sonrisa en mis labios y una espada en mi mano.  Una tierra mágica era mi hogar. Cuidaba de los niños.  Jugaba, reía, gritaba, cantaba… Y tan invencible me creí, que reté a las sombras. Me empeñé en batirme con ellas, las apresé. Y desde ese día… Ese día acabó todo para mí. 


      Sí, aquella noche no lo comprendí. Me revolcaba por la habitación luchando con las sombras, debía apresarlas y cuando lo conseguí… una luz iluminó mi futuro y reinó dentro de mí. Era Wenddi, mi niña, mi amor… Junto a ella volaba sin magia, junto a ella vencía sin espada. Junto a ella viví en la luz y desterramos al olvido a todas las sombras. Todas…
      Pero Wenddi se fue. Ella se fue y las sombras regresaron… Maldigo al tirano que me la arrebató.  Traté de seguirla, traté de volar tras ella, traté de luchar contra la muerte, pero su sonrisa se desdibujó, sus ojos dulces dejaron de brillar, su frente, sus mejillas, su cuello, sus manos… se arrugaron. Sí, malditos los años que se empeñaron en apagarla. Maldita mi alma eternamente joven. Maldito mi espíritu inmortal. Yo… Yo quería ir con Wenddi. 
      
      Fue mi tristeza la grieta por la que entraron las sombras. Fueron mis lágrimas sus afiladas espadas que, con sesgos imperceptibles, rasgaron mi valor en incontrolables hemorragias. Desde entonces… Huyo de ellas. Sé que no puedo vencerlas con mi espada. Sé que sin Wenddi… ellas terminarán por apresarme y encerrarme en lo más oscuro de mi mente. Por eso corro y no me detengo. Solo, cuando mi cuerpo me duele tanto como mi alma, me meto en la cama, me cubro con la sábana, cierro los ojos… y descanso. En mis sueños no tengo sombras. En mis sueños solo veo a Wenddi bailando entre las nubes mientras volamos juntos hacia el Pais de Nunca Jamás. 

      Pero siempre amanece. Siempre llega el horrible celador. Siempre con su voz grotesca, tratando de parecer amable, me despoja de mi suave escudo, abre las cortinas de mi celda, y dicta, como cada día, la odiosa frase de ignorante:
      
     - Despierta Peter. Son sombras, solo sombras. Sombras nada más. Y debes aceptarlo de una vez… Tú no eres Peter Pan.

      Y yo sonrió al ignorante celador.


f.j. Rohs

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