Bajo una aurora boreal roja, azul, violeta, blanca, me tumbo en la fresca hierva del Prado de los Enamorados y cuento las estrellas mientras te espero.
Pasan las horas tan suaves como la brisa que me acaricia, y yo sonrío ante tu tardanza. Ya de noche un dulce cuco me despierta y me inquieto al no verte. Bueno, no has venido. ¡Mañana te veré!
Sentado en el banco