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lunes, 24 de septiembre de 2012

Monólogo del Herrero


      Sólo es un cuchillo. No tengas miedo. Observa su color, es… extraño. Confuso. Mezcla de los sentimientos y necesidades con los que fue forjado. Gris, como los miedos. Plateado, como los sueños. Mira, también… pequeñas partículas azuladas; fíjate, se parecen a tus lágrimas. Si lo pongo aquí, junto a tu ojo… si dejo que esta pequeña lágrima tuya bese su filo… ¿lo sientes? Sí, se besan, se funden, se confunden, se reconocen, se encuentran. Claro que sí, también la forja del acero necesita de lágrimas que apacigüen y enfríen su doloroso parto. Así es como se templaba el acero. Pero ya no.

      Ya no hay fraguas, hay dinero. Ya no hay yunques, hay operarios. Ya no hay martillos, hay capataces. Ya no hay herreros, sólo… Ruidos rítmicos que anuncian que cada hoja recibe la misma dosis de mediocridad. Bum, chak, bum, chak… Cadenas de montajes con milimétricos cálculos para que cada trozo de metal reciba la misma forma. Bum, chak, bum, chak… No se aceptan diferencias, ni la más mínima rebaba, ni la menor desviación. ¡Bum, chak, bum, chak! ¡Mierda! ¡Fábricas que reciben el más noble de los aceros y escupen la misma mierda reproducida, multiplicada, clonada!

martes, 11 de septiembre de 2012

Fundidos en un Imperio

(Último trabajo de La Sastrería {Literaria}, una carta, solo una carta...)



Toma mi mano, agárrate, no te sueltes. Funde tu piel con la mía y que nuestros dedos sean una sola caricia; así, cuando las tormentas arrecien, ningún ciclón nos separará. Iremos juntos, fundidos, donde los vientos decidan sembrar nuestro destino.
Y me dará igual norte o sur, mares, desiertos, cualquier tierra… Allí donde estés tú, allí clavaré mi bandera.

Toma mis labios, bésalos, funde los tuyos con los míos en un beso atemporal. Así, cuando tú pierdas tu dibujo, podré yo tallarte una sonrisa con los míos. Así, cuando en la noche me ataquen suspiros, tú me elevarás con una sonrisa inquebrantable. 
Y me darán igual tristezas o alegrías, veranos, inviernos… Porque cualquier tierra que sienta nuestros labios fundidos, se rendirá a la inmensidad de nuestro reino.

¡Toma mi pecho! ¡Préstame tu regazo! ¡Fundamos nuestros cuerpos en un solo espíritu inexpugnable! Que tu piel sea mi abrigo y mis brazos tu cobijo. Y así, cuando quieran herirnos, cuando nos asedie el destino, el infortunio, la envidia o el egoísmo, chocarán contra la coraza de nuestro corazón indestructible. Y cuando queramos descansar, yo soñaré acomodado en tu regazo, tú tararearás columpiándote en mis brazos.
Y me darán igual las heridas o las envidias, asedios, infortunios… Porque allá donde tú y yo nos abracemos, ¡mil murallas se alzarán! ¡Mil guerreros en cada una! ¡Mil lanzas! ¡Mil flechas en cada arco de nuestros fieles caballeros!