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jueves, 10 de abril de 2014

Voy a intentarlo...

Voy a intentarlo.

Sí, te voy a "contar" una canción. Es esa que escuchas una mañana perezosa, un día más, otro que pasa sin que los sueños que tienes se intuyan siquiera. Esa que el dial de la radio te tararea por sorpresa cuando vuelves ya cansado... cansado de muchas cosas. Empieza lenta, el compás rítmico de una baqueta que te hace sonreír y piensas y recuerdas: "qué buena..." Y tu dedo reniega de tus frustraciones, se une al compás, golpea el volante y te amplía el dibujo de tus labios. Y entra el bajo, tan serio como parece, pero tan contagioso que el resto de tus dedos se desentumecen, mandan a la mierda a tu pereza, a tus quejas y protestas, y siendo mano, bailan con el volante. La energía parece regresar, esa que dejaste en brazos de tu amor de juventud y que te hacía hacer tonterías porque, simplemente, era divertido.  Y una voz te canta: "era sé una vez…" Conoces la historia, pero da igual, tu lengua se acerca al paladar y, sin ser silbido, silba mientras tu sonrisa ya no es de añoranza, empiezas a estar bien. Comienzas a vislumbrar la luz del día, esa que tienen todos pero que pocas veces entendemos. Con un limpio punteo, una guitarra se une al crescendo. El blus deja paso al rock, y el rock riega tu pierna izquierda. Unos con el talón, otros con los dedos de los pies, de cualquier manera, ya son manos, lengua y piernas quien mandan a la mierda un día que parecía ser uno cualquiera. Que bailan alrededor de tus lágrimas frustradas y te retan a espabilar, a que despiertes, a que te levantes de la cama donde llevas tumbado años. A que te olvides penas y fracasos. Y te conquistan al llegar al estribillo. Te rindes, es inevitable. No recuerdas la letra, pero da igual, maldita sea, ¡tarareas!: "Nana na nana nana…" Batería, bajo, guitarra y una voz que ya no susurra, te canta, te cuenta, que hay cosas por sentir, que ya está jodido el mundo para malgastar un solo día, uno de esos que son "un día más" en estar triste, cansado, frustrado, fracasado, porque cuando tengas uno de esos otros "días de menos", si has bailado y cantado lo suficiente, podrás hacerlo también esos días, que es cuando se necesita de verdad. Y al llegar al segundo estribillo, lo comprendes, y estallas de forma controlada, algo es algo, y en la intimidad del atasco, te dejas llevar. No sabes la letra, o no sabes inglés, o ni tan siquiera conoces la canción, pero te lleva… y te inventas la letra, al fin y al cabo, estás solo, nadie te escucha.  Algo temeroso, miras a los lados y ves caras grises de personas que viven lo que tú vivías: un día más… Ocurre. Cantas con fuerza, pronuncias que das pena, tus padres tiraron el dinero con las clases de inglés, pero… ¡qué más da! ¡Canta, joder!  ¿Vergüenza? ¡La vergüenza es esa gilipollez que te impide hacer cosas que te hacen sentir bien! Tus manos bailan entre el volante y la palanca de cambio. Tus piernas rockanrolean. Tu cintura chirrían desengrasándose y piensas… Si estuviera en mitad de la nada… Bailaría como un loco. Y no te das cuenta: Ya estás en mitad de la nada. Porque a ninguna de esas caras grises les importas una mierda. De hecho, es muy posible, que si tú bailaras, el camarero que va a la derecha sonría y baile contigo. Sí, no te sorprendas si la vieja que va a la compra, levanta su mano torpe y baile por bulería. Porque lo llevamos en la sangre, queremos No Estar Tristes, ni cansados, ni frustrados, queremos bailar con el volante, tararear, cantar en voz en grito, bailar como locos, porque algo nos dice que esos días que son "uno más" no merece la pena desperdiciarlos con quejas ni sueños perdidos. Pero lo hacemos por… Vergüenza, y la vergüenza la inventó un tío que murió sólo y aburrido, y el día que murió… fue un "día más".

Pero llegas… No encuentras sitio, te cabreas, te rindes. Pero la música no lo hace y mientras andas hacia la oficina, vuelve a ti tarareando en tu cabeza. Subes las escaleras de dos en dos y… te sientes bien. Por un rato, quizás por una hora. Allí, frente al ordenador, piensas en ello. ¿Por qué te sientes bien? Y si la canción era buena, lo comprenderás. Porque no merece la pena estar frustrados, joder. Porque podemos sonreír cuando queramos, silbar, cantar, bailar… sin necesitar motivos, porque nos gusta hacer tonterías si eso nos hace sentir bien y roban una sonrisa, tuya, mía, suya, como cuando estábamos en los brazos de aquella chica y no teníamos vergüenza porque si la teníamos, perderíamos a esa preciosa chica que cantaba fatal y bailaba como una loca pero que... le importaba una mierda, se sentía bien.  Sí, joder, ¡canta! Ponte en pie en mitad de la oficina y baila un rock mientras pateas las carpetas. Los archivadores son la batería, de guitarra la escoba, el micrófono un ratón. Lo peor que podría pasarte, ¿qué es? Porque recuerda, a los que están ahí, esos de las caras grises que ahora andan por los despachos… les importas una mierda. ¿Qué es lo mejor que podría ocurrir? Sí, amigo mío, no te sorprendas si todos pierden la vergüenza, si ese calvo tan callado de pronto se levanta y se pone hacer el robot. O el idiota de tu jefe levanta ambos brazos y se lanza por camarón.

Claro que sí, amigo mío, puede ocurrir, porque en el fondo, todos queremos cantar, a todos nos gusta hacerlo. Y bailar, aunque nos de vergüenza hacerlo desde aquella noche que perdimos a la chica ―nadie te dijo que iba a ser para siempre…―. Porque nos gusta sentirnos bien, queremos sentirnos bien, pero nos rendimos, olvidamos la música, esa canción que nos dice que no merece dejar pasar "un día más" sin intentar sentirte bien. Déjate llevar, libérate y descubrirás que sin mucho esfuerzo, todos los días cantarás y bailarás. Y eso… Es un comienzo.

Yo… Bailo fatal, canto que da pena. Pero miro a mi alrededor y veo que a la inmensa mayoría de la gente les importo una mierda, así que… ¿qué más me da? La simple posibilidad de que, de pronto, estos grises que me rodean se levanten y bailen y canten conmigo, merece la pena. Así que… Voy a intentarlo.

Nana na na nana…

jueves, 3 de abril de 2014

...habrán caído miles

Gotas…

Puedes ser la gota que cae desde la oscura nube, que veloz se dibuja como un trazo y confunde a quien la observa, a quien la espera, a quien la rechaza... y al caer, te estrellas y multiplicas y riegas olvidadas aceras.
Puedes ser aquella que no se estrella, que se agarra en el último momento a la delgada hoja de un sauce, que trata de convencerlo para pervivir juntos, efímero romance, donde uno entrega su esencia y otro la convierte en su sangre.
Puedes ser esa gota que alumbra la mañana, que de la nada, hija de la tierra, asoma su reflejo para evaporarse sin rencores, y asciende ligera, y se entrega a los vientos, y alimenta otras nubes, en otras comarcas, y alguna calurosa tarde... regresa.
Puedes ser aquella gota que a veces riegan mejillas, que suavizan tristezas, que destrozan sonrisas... A veces valientes, otras suicidas, que curan heridas o con su salado sabor... las recrudecen. Que dicen "esto duele" a veces, que siempre dicen adiós cuando el adiós duele.

Hoy llueve. Las veo, os veo, jugando en el cristal ignorantes de que pronto escampará. Y por eso pienso... Pienso, maldita sea, que en el fondo, algún día, por algún momento, seremos cada una de estas gotas. Y seremos alivio para la sed de alguien que precisa florecer; seremos la sangre de quien sueñe con un romance tan efímero como la vida; seremos rocío aquellas mañanas que nos marchemos sin rencor. Y, seguro, en algún momento, tarde o temprano, seremos lágrimas, de sonrisa puede, y seguro que también de un adiós.
Pero jamás seas como la primera. Gota kamicace que cruza por la tormenta sin otro destino que estrellarse, porque si así fuera... ¿qué dejarías tras engañar con tu trazo a quien te observó, tras estrellarte contra húmedos adoquines, tras evaporarte en baldías aceras? Ni tan siquiera un bonito recuerdo, pues descubrirás, diluyéndote en sucios charcos, que como tú… habrán caído miles.


f.j. Rohs