-->
Mejor con Google Chrome...


Libros disponibles en Amazon
Lecturas recomendadas más populares: Intenciones
En la Buhardilla
Síndrome Cyrano
Fragmentos para conocerme : Pasa el ratón por encima y, si te gusta, pincha para leer más.
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15

lunes, 12 de noviembre de 2012

No me gustan los lunes...

      La mañana de un lunes del enero de 1979, antes de sonar el despertador, Brenda tiró de la manta para protegerse del frescor de la mañana. Sentía frío, pero un frío extraño que no podía quitarse de encima. Vivía en San Diego, California, y allí no hace tanto frío. Con sus ojillos miraba por la ventana y ya notaba el sol calentando a todos. A todos menos ella. Quizás tuviera algo que ver con la visita nocturna de su padre… Quizás por eso también le dolía la cabeza, con aquél zumbido que parecía que algo fuera a explorar en cualquier momento dentro de ella, quizás por eso se sentía vacía, quizás por eso no quería levantarse, no quería ir a la escuela. Pero no debía ser eso, su padre la visitaba muchas noches y normalmente después dormía mal y se despertaba mucho antes de que sonara el despertador, cierto, pero aquél día se sentía rara, como si la mente no reaccionara, como si estuviera colapsada. Antes, estas cosas las hablaba con mamá, pero desde que le contó la primera visita nocturna de papá y su reacción fue darle una paliza a ella sin decirle nada a él… Ya no, ya no le contaba nada. 
      No sabía por qué se sintió  así de extraña,  encima nadie se lo iba a explicar. Lo único cierto que encontró cuando sonó el despertador fue una idea: Odiaba los lunes. Pero puede que esto sea normal para una niña de 16 años…


      El zumbido de su cabeza no paraba, y cuando pensaba en la escuela, el mundo se le venía encima. No le apetecía ver a los profesores, no le apetecía clases de matemática con el idiota del Sr. Tellman, ni ciencias con la mojigata de Bradel. No aguantaba a sus compañeras. Por eso, cuando su padre entró para que se diera prisa, se lo dijo: "No quiero ir a la escuela, papá..." Pero su padre, que decía a todos en público que Brenda era oro puro, lo más brillante de su vida, la convenció de la misma forma que la convencía en privado tantas noches para que durmiera con él y jugaran... Su padre no la entendía. Le pidió una razón, pero Brenda, en el fondo, no tenía ninguna razón convincente para no querer ir al colegio. ¿Necesitaba decirle alguna? No le gustaban los lunes.

      No, claro que no quería ir a la escuela. Ni mucho menos en lunes. Nadie debería ir a la escuela en lunes. Y quizás ella… podría hacer algo para lograr que todos se quedaran en casa…

      Mientras se vestía, sintió como si por fin se encendiera ese chip de su cabeza, el que amenazaba con explotar, y le llevó a otro sitio. Al menos no era el infierno de siempre. Está bien, odiaba los lunes, iría a la escuela, pero antes pasaría un rato mirando por la ventana del salón. Se le había ocurrido algo para lograr que todos se quedaran en casa. Ya vestida, pasó por su armario y cogió el último regalo de navidad que su padre le había hecho. Ella pidió una Radio, le encantaba la radio, la música le hacía sentirse bien, la alejaba de ese mundo tan extraño e incomprensible. Le gustaba Police, le gustaba volar, le gustaba encerrarse y olvidarse de todo, le gustaba el silencio roto por las melodías lejanas… Pero su padre no le regaló una radio, él había pensado en un regalo mucho mejor. Brenda, con su regalo mucho mejor, fue al salón. 
      Sus padres ya se habían ido, así que nadie le obligaría a desayunar. No tenía hambre. Se sentó en el sillón mirando hacia el exterior por la gran ventana, se veía el colegio, pero por ahora había pocos niños, padres y profesores. Pocos minutos después, comenzaron a llegar los autobuses amarillos y coches de mil colores. El coche de su padre era negro. Más gritos, más risas, más charlas. Brenda no lo entendía. No entendía como la gente estaba tan contenta si era Lunes. Bueno, la verdad es que ella nunca estaba tan contente. ¿Por qué sería? No lo sabía. Unos eran felices y otros no. Supuso que a ella le debió haber tocado la “cruz” de la moneda cuando nació. Bah, pensamientos de los Lunes…  El césped de la entrada del colegio ya estaba bastante lleno de carreras, prisas y vidas a las que debió tocarles la “cara” de la moneda. Era el momento de poner en marcha su plan, de lograr que todos se quedaran en casa ese lunes. Abrió la ventana y apoyó el regalo de su padre en el quicio. Apuntó y disparó. 
Todos se quedaron de piedra durante un instante, Brenda los miraba y parecía como si estuvieran en cámara lenta. De pronto, el grito de una madre y el llanto de un niño, despertaron a todos y todo volvió a la velocidad normal. Un niño estaba tirado en el suelo herido. Al instante, padres, profesores y niños comenzaron a correr de un lado para otro. Los niños parecían patos espantados en una charca y los adultos un rebaño lento y bobo de vacas que les rodeaban.

      Brenda se fijó en el niño herido, creyó reconocerle, se llamaba Charly. Y Charly sólo estaba herido. Así que volvió a apuntar y cuando lo hizo, vio que el Director Wragg, ese pedante que se paseaba por los pasillos como si fuera un emperador, se echó encima de Charly. Bueno, peor para él. Apuntó y disparo.
      Pudo ver cómo los trocillos de la tela de su chaqueta salían volando. Pudo ver cómo comenzaban a llenarse de sangre. Le había dado. ¿Le había matado? A Apuntó y disparó. Y cuando miró de nuevo, se dio cuenta que el Sr. Suchar, el celador, se había tirado encima de Wragg. ¿Le estaba protegiendo? ¿Por qué? Bueno, ya daba igual. Ninguno se volvería a levantar. 
      Mirando al resto de patos que se apelotonaban en la puerta de la escuela, decidió probar suerte por esa zona. Sin apuntar demasiado, ya escuchaba las sirenas a lo lejos,  disparó una ráfaga. Varios niños cayeron gritando y llorando. Uno, dos, tres… Ráfaga. Cuatro, cinco, seis, siete. Ya llegaban. Veía las luces. Ráfaga. Nueve.

      Brenda dejó el regalo de su padre sobre el sillón. Ya había cumplido con su plan. No habría escuela ese frío lunes de ese enero de ese año.
      La puerta de su casa saltó por los aires y por el jardín comenzaron a correr y gritar un montón de policías. No les entendía. No les escuchaba. No les sentía. Veía sus rostros asustados. Veía sus pistolas apuntándola. Veía sus labios moviéndose. Le estarían diciendo algo… Pero Brenda no se movía, ni oía, ni sentía nada. Por un instante pensó que le importaba bien poco si la disparaban, si la golpeaban, si la mataban. Le daba igual. Sí.

      Poco después se sintió zarandeada. La tiraron al suelo. Sintió la moqueta sobre su cara. Le llevaron las manos a la espalda. Le colocaron unas frías esposas, pero no tan frías como lo que ella sentía. La levantaron en volandas, le hicieron daño, pero no le dolió tanto como el dolor que ella sentía. La llevaron a empujones hasta la puerta, a empujones por el jardín, a empujones hasta la acera y la metieron dentro de un coche a empujones. Estaba sola. Pero no tan sola como ella se sentía cada día. 

      Miró por la ventanilla. El día era bonito. Soleado. Pero cuando bajó sus ojos y los llevó a la escuela, se encontró con caras feas, oscuras. Todos los niños y profesores la miraban horrorizados. Todos lloraban. Pero ella no lo entendió. O quizás sí.

      Los vecinos salían de las casas asustados y hacían corrillos. La Sra. Lorentz, con sus rulos y su bata, hablaba con el Sr. Michelson. " No entiendo nada, parecían tan felices…" dijo ella. "Sí, era una familia modélica" contestó él negando con la cabeza. Brenda lo escuchó, pero no dijo nada. No le apetecía hablar.

      Al rato, dos policías se metieron en el coche, la miraron de reojo y arrancaron el coche. Arrancaron la sirena. Y la arrancaron de su casa. Pero aquello no estaba tan mal. Pensó que quizás, con un poco de suerte, aquella noche dormiría bien, o por lo menos, sola. 
      Poco a poco se alejaron de allí. Las casas se fueron alejando. La escuela se alejaba. Los niños llorando se alejaban. Los profesores… Todo y todos se fueron lejos. Todo se quedó en silencio. Solo aquella sirena. Solo la respiración de los dos policías. Pasaron varios minutos y uno de los policías, el que no conducía, no pudo aguantar más. Llevaba un buen rato dándole vueltas a la cabeza y ya no lo soportó. Se giró, clavó sus ojos en Brenda y le preguntó.
      - ¿Por qué lo has hecho, niña? Dios mío, dime por qué – pero Brenda vio que sus ojos no la estaban viendo a ella, sino a un monstruo. Lo pensó un segundo, pero no llegó a ninguna conclusión. 

¿Tenía que darle alguna razón? ¿Es que había alguna? Brenda le miró a los ojos y contestó:
      
      - No me gustan los lunes.


*******


      Bob estaba en Georgia. Asistía a una entrevista que le estaban haciendo en la radio de la universidad estatal. Le venía muy bien para promocionar el último disco de su banda de rock. Cuando estaban por la mitad de la entrevista, sonó un pitido en el fax y una hoja comenzó a salir. No supo por qué lo hacía, curiosidad, intuición… Pero miró la página que salía y se quedó perplejo.


- Asesina de 16 años dispara contra su escuela. Dos muertos y nueve heridos. “No me gustan los lunes” - 

      Cuando Bob salió de la entrevista, aquella noticia le daba vueltas en la cabeza. Al subirse al coche, una frase le llegó como un fogonazo:  “El chip de silicio dentro de su cabeza comienza a sobrecargarse” 
      Al salir del taxi, había terminado la letra de una canción.

      Una canción que no hablaba de Brenda. No hablaba de su frío, ni del vacío que sentía cuando despertó aquél lunes. No hablaba de las visitas nocturnas de su padre, ni de las peleas con su madre. Una canción que no hablaba de cómo soñó con una radio, de lo tanto que necesitaba la música para huir de su vida. No hablaba de esa radio que le pidió a su padre entre sollozos por la noche, entre susurros por las mañanas. No hablaba de aquél regalo mucho mejor que le hizo su padre. No hablaba del fusil semiautomático que le envolvió en papel de corazones rosas y que dejó al pie del árbol de navidad. 

      Pero en el fondo… En el fondo aquella canción hablaba de todo esto, aunque Bob decidió que solo hablara de una niña a la que no le gustaban los lunes. 




f.j. Rohs.

Relato basado en los hechos ocurridos el Lunes, 29 de enero de 1979, en San Diego, California; 
e inspirada por el tema “I don´t like Monday”, de la banda Boomtown Rats. 
Para dar consistencia al relato, he tomado alguna licencia literaria, pero desgraciadamente, 
los hechos más trágicos y los datos más escabrosos, están extraídos de la realidad. 
Traté de mezclar la ficción, pero la realidad es demasiado aplastante

Fuentes:


Letra Traducida:

 El chip de silicio que tiene en la cabeza
se está sobrecargando
y hoy nadie va a ir a la escuela,
ella los va a lograr que todos se queden en casa.
Y papi no lo entiende,
él siempre dijo que ella era buena como el oro.
Y él no ve el motivo, porque no hay un motivo.
¿Qué motivo quiere que le diga?

 Dime por qué...
No me gustan los lunes. (3bis)
Quiero disparar hasta acabar con el día.

La máquina de fax se mantiene limpio.
Y el mundo está a la espera de lo que diga
Mamá no puede creer lo que están diciendo,
y a papá se le vino el mundo abajo.
Y todos sus pensamientos se vuelven hacia su pequeña niña.
De repente, los dulces dieciséis no son tan buena edad,
y no, no es tan sencillo admitir la derrota.
 Ellos no ven los motivos,
porque no hay motivos.
¿Qué motivos necesitan?

Dime Por qué...
No me gustan los lunes. (3bis)
Quiero disparar hasta acabar con el día.

 En el patio ya nadie está jugando.
Ella quiere jugar un rato con sus cosas
Y hoy salimos antes, y pronto aprenderemos la lección:
Y la lección de hoy es... “Cómo morir”.
Y ahora ya se escuchan los megáfonos,
y luego al comisario que explica los inconvenientes
que hubo, y cómo fue y por qué.
Y no le encuentran motivos,
 porque no hay motivos:
¿qué motivos habrá para morir?

Dime Por qué...
No me gustan los lunes (3 bis)
Quiero pasarme el día desconectado.
The silicon chip inside her head Gets
switched to overload,
And nobody's gonna go to school today,
She's going to make them stay at home,
And daddy doesn't understand it,
He always said she was as good as gold,

And he can see no reason
Cos there are no reasons
What reason do you need to be shown

Tell me why
I Dont't like Mondays
(3 bis)
I want to shoot The whole day down

 The Telex machine is kept so clean
As it types to a waiting world.
And Mother feels so shocked, Father's world is rocked,
And their thoughts turn to Their own little girl
Sweet 16 ain't that peachy keen,
No, it ain't so neat to admit defeat,
They can see no reasons
Cos there are no reasons
What reason do you need to be shown

Tell me why
I Dont't like Mondays (3 bis)
I want to shoot The whole day down

All the playing's stopped in the playground now
She wants to play with her toys a while
And school's out early and soon we'll be learning
And the lesson today is how to die
And then the bullhorn crackles,
And the captain crackles,
With the problems and the how's and why's
And he can see no reasons
Cos there are no reasons
What reason do you need to die

No hay comentarios:

Publicar un comentario